El Príncipe se había levantado y estaba mirando por la ventana que daba al patio interior. En aquellas horas tempranas, ese patio solía estar solo. La sala estaba en silencio: la revelación de que estaba presente allí un hijo del emperador había causado gran conmoción.
Tan sólo Frey Kaistos dudaba de esa afirmación. No dudaba que el caballero era de buena cuna pero había algo que le hacía dudar de lo que el joven había dicho. El hecho es que el Príncipe, desde que fue armado caballero a los 15 años, permanentemente había llevado, en público la armadura. Después había partido al puerto de Tiaronesta, en el noroeste, donde se había enrolado como marino y había estado ausente durante años. Sus únicos retratos públicos siempre lo habían representado con su armadura. Es cierto que el casco de la armadura no era al uso: tenía aperturas en los ojos y el maestro armero le había hecho la forma de una nariz e incluso labios, pero esos no tenían nada que ver con los que realmente tenía el príncipe. Si era realmente el príncipe...
Al final, le preguntó:
- Alteza, no sé realmente quién sois y no puedo dejar de pensar en que estos días han sucedido hechos bastante sorprendentes. Me vais a perdonar pero necesito que me probéis de alguna manera que sois quien decís ser.
El Príncipe se volvió: era más alto de lo que aún había considerado antes y, desde luego, tenía bastante parecido con el fenecido monarca. Pero, aún así, necesitaba una prueba.
- Frey - el tono de su voz le sorprendió, era calmado, a pesar de la tensión que demostraba desde la mano derecha, que apoyaba con fuerza en el pomo de la espada que llevaba al cinto, como en la propia mirada, desafiante-, como os he dicho antes, os conocemos en la Corte. Así que he venido preparado. Mi padre dio órdenes de que, en caso que tuviera que identificarme, entregara a quien dudara de mi identidad este pequeño bote. Podéis leer el contenido.
Frey lo miró: a pesar de la tensión, en el fondo de los ojos, el príncipe grandullón se estaba riendo.
Se levantó del sillón, cogió el bote, le quitó el tapón de corcho y extrajo un paliondrado fino, finísimo, casi transparente en el que leyó:
"Quien dude de la identidad de mi hijo, el Príncipe Everin, no tiene más que mirar sus dos manchas de nacimiento: una en la muñeca derecha en forma de luna menguante y otra en el cuello cerca de la oreja izquierda, en forma de estrella. La primera es mía, la segunda es de la Emperatriz. Firmado: Yo, el Emperador".
El Príncipe estaba expectante.
-"Durante mi vida en la Armada, más de un militar de alto grado me ha requerido que le enseñe ambas manchas de nacimiento. ¿Alguien necesita que las enseñe?"
Frey estaba al borde su paciencia:
-"Personalmente, me da lo mismo quién seáis vos y, si estuviéramos en otras circunstancias, no hubiera dicho nada, pero..."
El Abad cortó la discusión:
-"Alteza, Frey, vamos todos a sentarnos y a hablar de esto con la necesaria tranquilidad. Os entiendo, alteza, pero tenéis que entendernos a nosotros también. Espero que no pase lo que nos hemos temido desde hace meses, temor que se ha agravado cuando esta mañana hemos descubierto los hechos acaecidos en el monasterio, pero, si pasa, es posible que vos acabéis conociendo cosas que sólo se revelan a personas de probada confianza".
El príncipe, sin más, volvió la mano derecha y mostró la luna menguante en su muñeca. Y, posteriormente, hizo lo mismo con la mancha que tenía en el cuello. Por tanto, efectivamente había probado que era quien decía la nota y la nota tenía un sello con lacre, sello que era claramente el del Emperador. Por tanto, había pocas dudas de que no fuera quien había dicho.
-"Discúlpenos, Alteza, pero es necesario saber con quién estamos tratando".
-"Lo entiendo, aunque no sé lo que ha pasado aquí" -dijo él, ahora francamente divertido.
El Abad fue a responder pero Uzi, el perro moloso se incorporó, se dirigió a la puerta y comenzó a oler de forma insistente a través de los pequeños espacios, casi imperceptibles, que había entre la puerta y su marco. Awlin, como espíritu que era, había permanecido pegado al techo, viendo cómo evolucionaba la situación, pero aquello le intranquilizó: el perro no se había movido ni una sola vez y ahora, de repente, se acercaba a la puerta a olisquear. El can se iba poniendo cada vez más nervioso, aunque sin ladrar, y el Abad dio a Frey Kaistos una indicación: señaló la pared que quedaba frente a la puerta.
El monje no dudó un solo momento: giró una manivela que estaba bajo el candil que colgaba de la esquina y una puerta se abrió prácticamente de la nada. Cogió un hato de un estante e hizo una señal a todos los que estaban en la habitación. Uno a uno fueron bajando por las escaleras y, cuando todos salvo el Abad, habían entrado por la puerta, el Abad volvió a girar la manivela y la puerta se cerró.
Fuera, detrás de la puerta visible, se empezaba a oír movimiento. El Abad sonrió y simplemente se sentó en el mismo sillón en que estaba sentado antes y fingió dormir. Awlin seguía pegado al techo: el Abad tenía la expresión de estar soñando con algo tremendamente divertido, lo que extrañaba al fantasma que estaba cada vez más asustado.
Al final, unos pasos metálicos se oyeron detrás de la puerta y alguién llamó tres veces:
-"Abran la puerta, venimos a registrar esta habitación".
El Abad se desperezó como si estuviera volviendo de un sueño profundo y contestó:
-"Pase, chambelán, la puerta está abierta".
En tromba, entraron el chambelán, seguido de sus hombres, los Freyes Sabelior y Rilaus, así como tres de los vigilantes del propio monasterio.
Se quedaron sorprendidos de ver sólo al Abad. Astano, el chambelán, se acercó al Abad hasta que su cara prácticamente tocaba la del monje y le dijo:
-"¿Dónde está ese maldito monje?"
-"Que yo sepa, chambelán, en este monasterio no hay ningún monje maldito".
En voz baja, le respondió:
-"Sabéis perfectamente a qué monje me refiero".
El Abad comenzó a levantarse manteniendo la cara en la misma posición:
-"Si os referís a Frey Kaistos (imagino que por eso habéis venido vos y los demás a este laboratorio), no tengo la menor idea. De hecho, llevo tanto tiempo esperando que me he quedado dormido".
-"¡Mentís!"
-"No veo en qué".
Entonces se adelantó Frey Sabelior.
-"Acabo de ver a un hombre con armadura en esa ventana"- dijo señalando a aquella al lado de la cual había estado parado el príncipe.
El Abad sonrió beatíficamente:
-"Pues ha debido venir cuando yo estaba durmiendo... Frey, todo el mundo sabe que sois corto de vista, así que a lo mejor habéis visto algún reflejo y os habéis creído que había alguien aquí. En fin, podéis quedaros a esperarle. Yo me voy, porque es mi hora de oración matutina, y después me pasaré por la biblioteca a consultar el libro que os pedí. ¿Lo habéis conseguido encontrar, Sabelior?"
El monje se paseaba por la estancia, viendo lo que había en ella, especialmente los libros (hasta incluso iba a poder llevárselos ahora ya a la Biblioteca), mientras Astano lo miraba con ganas de hacerlo desaparecer y frey Rilaus se volvía a secar el sudor de la calva y seguía respirando con dificultad por la subida de las escaleras de la torre, algo a lo que no estaba acostumbrado.
Al final, Frey Sabelior miró al Abad y le dijo:
-"Sí, lo tenéis en la mesa que os gusta usar al lado de la ventana que da a la cascada".
-"Gracias, hijo. ¿Me diréis qué habéis encontrado?"- y miró al chambelán.
Astano lo miró de arriba abajo:
-"¿Por qué queréis saberlo?"
El abad, con mirada preocupada, le dijo:
-"Después de lo que ha pasado estas últimas horas, ¿de verdad me lo tenéis que preguntar?"
Apoyándose en su bastón, salió de la estancia mientras Awlin seguía mirando todo lo que ocurría en ella. Decidió que debía quedarse un poco más, ya que no le habían detectado. Vio cómo revolvían todas las notas que el monje científico no se había podido llevar, vertiendo algunos de los botes que tenía allí. Si los rumores eran ciertos, las mezclas del contenido de alguno de esos botes podían acabar destrozando la torre, pero quizás era él el único que no debía preocuparse si llegara a pasar ese accidente. Sin embargo, de repente, sintió una sensación de frío intenso que subía por la escalera de la torre. Aquello no se parecía a nada que hubiera sentido: era aún peor que cuando la serpiente había salido por el agujero.
Rápidamente decidió escabullirse por la puerta por la que se habían ido los anteriores. Pero, seguidamente, le picó la curiosidad y miró por un pequeño agujero. Entonces vio una figura totalmente vestida de negro, con una gran capucha que miraba hacia un lado y hacia otro y preguntaba con voz gélida:
-"¿Los habéis encontrado?"
Todos se postraron ante la figura y dijeron:
-"No, señor".
Awlin se separó de golpe del agujero y fluyó con rapidez por los pasadizos. Sólo pensaba en que ya había visto a esa figura hace años... en el momento en que murió... no sabía cómo había muerto ni quién era pero se acordó de aquel frío... Y se acordó de algo más: de la presencia que había notado junto a la serpiente. Aquel ser era el aliado del monstruo ese y parecía haber tomado el convento por asalto. Estaba muerto de miedo y sólo podía pensar en acelerar cada vez más. Esperaba poder llegar a tiempo para decírselo a Frey Kaistos: necesitaban saber que no podían volver atrás. Pero antes tenía que encontrarles por aquellos pasadizos...
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Mientras, en un estrecho camino sombrío que bordeaba las Montañas de los Picos Quebrados, un viajero solitario continuaba su largo periplo, después de haber dejado su pequeño refugio situado en donde se separaban el Gran Río y el Río Azul. El viajero llevaba varias semanas andando por veredas unas veces más exuberantes de vegetación que otras. Pero en todos los sitios, siempre le sorprendían los pequeños animalillos que le salían al paso: unas veces venían a comerse las pequeñas migas de algún alimento que se le caían al comer y otras simplemente les daba alguna pequeña frutilla o pequeños trozos de algo que tuviera para comer.
En el siguiente recodo del camino, miró hacia los lados porque el sitio estaba sospechosamente solitario y silencioso. Se acordó de los rumores que había oído en el último pueblo sobre los bandidos que, incluso, habían atacado a nutridas caravanas de mercaderes y agarró fuertemente la espada que llevaba al cinto.
Pronto, sin embargo, se relajó y pensó para sí: "Malaban, no seas exagerado, es más que evidente que no llevas nada de valor, sería una tontería atacarte". Pero el silencio le asustaba más de lo que estaba dispuesto a reconocer y apretó el paso. Prefería no verse en la tesitura de tener que enfrentarse a un grupo de hombres armados en aquel camino recóndito.
Sólo entonces oyó el quejido a un lado del camino...
La imagen del hombre con armadura está tomada de aquí. La otra foto es mía.
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Chapter 11: Prince Erevin:
The Prince had stood up and was looking out of the window into the inner courtyard. In those early hours, that courtyard used to be alone. The room was silent: the revelation that a son of the emperor was present there had caused a great commotion.
Only Fra' Kaistos doubted this assertion. He did not doubt that the gentleman was of good birth, but there was something that made him doubt about what the young man had said. The fact is that the Prince, ever since he was knighted at the age of 15, had permanently worn, in public, the armor. He had then gone to the port of Tiaronesta in the north-west, where he had enlisted as a seaman and had been absent for years. The only known portraits of him asan adult always portrayed him in armor. It is true that the helmet of the armor was not the norm: it had openings in the eyes, and also "normal" nose, and even lips, but those had nothing to do with what the real prince looked like apparently.
At the end, he asked:
- Your Highness, I don't really know who you are, and I can't help but think that some pretty amazing things have happened these days. You will forgive me, but I need you to prove to me in some way that you are who you say you are.
The Prince turned: he was taller than the monk had considered before, and he certainly bore a strong resemblance to the late monarch. But that was not enough.
- "Frey," the tone of his voice surprised him, it was calm, in spite of the tension he showed from his right hand, which rested strongly on the pommel of the sword he wore at his belt, as in his own defiant gaze, "as I told you before, we know you at Court. So I've come prepared. My father gave orders that, in case he had to identify me, I would give him this small boat. You can read the content".
Frey looked at him: despite the tension, in the depths of his eyes, the big prince was laughing.
He got up from his chair, picked up the canister, removed the corkscrew and pulled out a thin, very thin, almost transparent paliondrado on which he read:
"Anyone who doubts Everin's identity need only look at his two birthmarks: one on his right wrist in the shape of a waning moon and another on his neck near his right ear, in the shape of a star. The first is mine, the second is the Empress's. Signed: the Emperor."
The Prince was expectant.
- "During my life in the Navy, more than one high-ranking military officer has required me to show them both birthmarks. Does anyone here need to see them?"
Frey was on the verge of patience:
- "Personally, I don't care who you are and, if we were in different circumstances, I wouldn't have said anything at all, but..."
The Abbot cut off the discussion:
- "Your Highness, Frey, let's all sit down and talk about this with the necessary calm. I understand you, Your Highness, but you have to understand us too. I hope that what we have feared since we discovered the events in the monastery this morning will not happen, but if it does, it is possible that you will end up knowing things that are only revealed to people of proven trust".
The prince simply took off his right boot and showed the waning moon around his ankle. And then he did the same with the stain on his neck. Therefore, he had indeed proved that he was the one who said the note, and the note had a seal with wax, which was clearly that of the Emperor. Therefore, there was little doubt that he was who he had said.
- "Excuse me, Your Highness, but we need to know who we are dealing with here".
- "I understand, although I don't know what happened here".
The Abbot went to answer but Uzi, the Molossian dog, got up, went to the door and started sniffing. Awlin, being a spirit, had remained glued to the ceiling, watching the situation develop, but this made him uneasy: the dog had not moved once and now it had suddenly approaced the door to sniff. The dog was getting more and more nervous and the Abbot gave Frey Kaistos an indication: he pointed to the wall in front of the door.
The monk did not hesitate for a single moment: he turned a crank that was under the lamp hanging in the corner and a door opened practically out of nowhere. He took a bundle from a shelf and signaled to everyone in the room. One by one they went down the stairs and, when everyone except the Abbot had entered through the door, the Abbot turned the handle again and the door closed.
Outside, behind the door, movement began to be heard. The Abbot smiled and simply sat in the same chair he was sitting in before and pretended to sleep. Awlin was still glued to the ceiling: the Abbot had the expression as if he were dreaming of something tremendously funny, which surprised the ghost as he was increasingly frightened.
Finally, metallic footsteps were heard behind the door and someone knocked three times:
-" Open the door, we come to search this room".
The Abbot stretched as if he were returning from a deep sleep and answered:
-"Come in, chamberlain, the door is open".
In a rush, the chamberlain entered, followed by his men, Freys Sabelior and Rilaus, as well as three of the guards of the monastery itself.
They were surprised to see only the Abbot. Astano, the chamberlain, approached the Abbot until his face was practically touching that of the monk and said:
-"Where is that damned monk?"
-"As far as I know, chamberlain, in this monastery no monks has been cursed".
In a low voice, he replied:
-"You know perfectly well which monk I am referring to".
The Abbot began to get up, keeping his face in the same position:
-"If you are referring to Frey Kaistos (I imagine that is why you have come to this laboratory), I have no idea. In fact, I've been waiting so long that I've fallen asleep".
-"You lie!"
-"What!?".
Then Frey Sabelior came forward.
-"I just saw a man in armor standing near that window".
The Abbot smiled beatifically:
-"Well, he must have come when I was sleeping... Frey, everyone knows that you are shortsighted, so maybe you saw a reflection and thought there was someone here. Anyway, you can stay and wait for him. I'm leaving, because it's my morning prayer time, and then I'll stop by the library to consult the book I asked you for. Have you got it for me, Sabelior?"
The monk walked around the room, while Astano looked at him with the desire to make him disappear, and Frey Rilaus wiped the sweat from his bald head again and continued breathing hard as he wasn't used to climb the stairs of the tower, specially as fast as the armed folks there have made him do it.
In the end, Sabellior looked at the Abbot and said:
-"Yes, you have it on the table that you like to use next to the window that overlooks the waterfall.
-"Thank you son. Will you tell me what you have found?"
Astano looked him up and down:
-"Why do you want to know?"
The abbot, with a worried look, told him:
-"After what has happened these last few hours, do you really have to ask me?"
Leaning on his cane, he left the room while Awlin continued to watch everything that was happening in it. The entity decided that he should stay a little longer, since they had not detected him. He watched as they sorted through all the notes that the scientific monk had not been able to take, pouring out some of the jars he had there. If the rumors were true, this could end up destroying the tower. However, suddenly, he felt a sensation of intense cold rising up the tower staircase. This was like nothing he had ever felt: it was even worse than when the snake had come out of the hole.
He quickly decided to sneak out the door through which the previous ones had left. But he got curious and looked through a small hole. Then he saw a figure completely dressed in black, with a heavy hood, looked throughout the room and asked in an icy voice:
-"Have you found them?"
They all prostrated themselves before the figure and said:
-"No sir".
Awlin suddenly broke away from the hole and flowed quickly through the passageways. He only thought that he had already seen that figure years ago... at the time he died... but he remembered that figure (or his mind or whatever) in another moment: he was the presence that he had noticed along with the snake. That being was the ally of that monster and, now, he seemed to have taken the convent by storm. Despite his fear and his curiosity, he couldn't help but accelerate. He just hoped he could make it in time to tell Frey Kaistos: they needed to know that they couldn't go back. But first he had to find them...
______
Meanwhile, on a narrow shadowy road that bordered the Broken Peaks Mountains, a solitary traveler continued his long journey, having left his small refuge located where the Great River and the Blue River separate. The traveler had been walking for several weeks along paths that were sometimes more lush with vegetation than others. But in all the places, he was always surprised by the little animals that came his way: sometimes they came to eat the small crumbs of some food that he dropped while eating and other times he simply gave them a small fruit or small pieces of something that was his own menu.
At the next bend in the road, he looked to the sides because the place was suspiciously lonely. He remembered the rumors that he had heard in the last town about the bandits who attacked even the merchant caravans and he tightly grabbed the sword that he carried at his belt.
Soon, however, he relaxed and thought to himself: "Malaban, don't exaggerate, it is more than evident that you are not carrying anything of value, it would be foolish to attack you." But the silence scared him more than he was willing to admit, and he quickened his pace. He preferred not to find himself in the position of having to face a group of armed men on that remote road.
Only then did he hear the moan on the side of the road...
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