17 abril 2024

Capítulo V: La recuperación de Lasánides


El guardián había vomitado reiteradamente durante más de dos horas. El cuerpo le había temblado por la fiebre y su calva estaba cubierta de un sudor frío. El monje lo miraba con preocupación: le había puesto sucesivas toallas en la frente mojadas en agua fresca para intentar bajarle la fiebre, pero, en general, su estado no había mejorado mucho.

Había intentado averiguar qué era lo que le habían dado pero había dos ingredientes por lo menos que desconocía: aquello quería decir que lo habían traído desde algún lugar lejano porque estaba muy familiarizado con las plantas dentro de las fronteras y  no se parecían a ninguna de ellas.

Mientras pensaba se estiraba un mechón de pelos  de la barba: era evidente que algo muy grave había pasado aquella noche y ahora además, la criatura del sótano estaba muy nerviosa: no sabía qué había pasado pero tenía que haber sido realmente grave para poner al único guardia (aunque fuera formidable) en aquel estado. Pocos podían detectar que algo había pasado pero había percibido a la criatura desde que llegó al convento hacía ya 16 años y acababa por detectar sus estados de ánimo.

Recordó el momento en el que recién terminados sus estudios, tanto reglados como complementarios, en el Gran Monasterio de Os, llegó a este, bastante más pequeño: la medicina era su fuerte pero durante aquellos años había aprendido otras cuestiones que le habían sido de mucha ayuda en el monasterio y fuera de él, principalmente lo relacionado con la mezcla de plantas y sus efectos en la salud, y otros que le aburrían sobremanera, como protocolo y genealogía. Sin embargo, había comprendido pronto que, aunque le aburrieran, y debido a la posición de su Orden dentro del Imperio, esos conocimientos le eran necesarios.

Su existencia en el monasterio había sido simpática: desde que le dieron la sala de la torre para sus experimentos, pasaba allí mucha parte de su tiempo y ello le había permitido eludir la existencia de problemas con otros hermanos o monjes, salvo algún que otro especímen que protestaba por cuestiones peregrinas y que normalmente, después de una charla con el Abad, había dejado de hablar sobre la cuestión. Alguno incluso le evitaba por los corredores o en la oración comunitaria: instintivamente sonrió pensando en la anécdota, ya muy antigua. Porque la realidad es que sus estudios habían aumentado la estima que tanto el Abad como otros Freys del convento sentían por él, principalmente porque llegado el caso, cuanto más supiera, más probabilidades habría de curarles.

Se pellizcó un brazo y pensó para sí que estaba dejando vagar demasiado sus pensamientos mientras Lasánides continuaba mal. Había dejado de temblar pero seguía teniendo fiebre y, aunque no tanto como antes, aún se quejaba alguna vez de dolor.

Fue justo entonces cuando sintió una sensación extraña en el hombro.

- Awlin -dijo mientras sonreía-, sé que estás aquí y que estás nervioso pero no sé qué lo ha causado, mientras no me lo digas.

La criatura a veces se expresaba con nitidez pero otras, cuando estaba tan nervioso y asustado, le era imposible: era como si se volviese tartamuda. Era necesario dejarle que se calmase para que pudiera hacerse entender.

-Bien, Awlin, no te pongas más nervioso -dijo mientras sentía el miedo de la criatura-. Primero, voy a terminar de curar a Lasánides y luego veremos cómo me puedes decir qué ha pasado.

Volvió a quitarle la toalla de la cabeza al guardián y comprobó que la temperatura había descendido efectivamente, aunque aún no estaba normal y eso no impediría que le subiera posteriormente, si volvía el malestar.

-¿Qué me ha pasado?- Lasánides tenía una voz muy débil.

-Tranquilo, Lasánides, te han dado un veneno y han encerrado a los perros en esa habitación.

El guardián fue a incorporarse pero estaba aún muy débil y el dolor era demasiado fuerte como para que pudiera levantarse. La cabeza aún le dolía como si le fuera a estallar, pero al menos había recuperado la consciencia. Se llevó instintivamente la mano al estómago porque aún le ardía.

-Pero ¿quién ha sido?

-Los que lo han hecho están colgados en el balcón pero dudo mucho que no haya alguien más implicado que se lo haya mandado -el monje sonrió-. Grandullón, no sé cómo esos dos enanos te han podido convencer para que te tomases eso.

Consciente de que le estaba tomando el pelo, el guardián sonrió débilmente y se rascó la calva:

-La verdad es que el último recuerdo que tengo es que ayer noche cené pero ni siquiera recuerdo tomarme el postre. No soy consciente de haber venido a la cama.

Cerró los ojos y respiró hondo.

-Imagino que me dieron alguna hierba para dormir con la cena. Pero no entiendo cómo me trajeron hasta aquí ni por qué no me han matado.

-Cada vez me preocupa esto más. ¿Me estás diciendo que llevas inconsciente desde anoche?

Lasánides se encogió de hombros:

-Frey Kaistos, no puedo acordarme de nada. El último recuerdo que tengo es estar sentado cenando en la parte de fieles del comedor. Ahora que lo pienso tengo una vaga idea de haber tomado flan de sílkalo, ya sabes, el fruto dulce que le encanta el cocinero nuevo, así que imagino que ya me había tomado lo que me dieran para dormir.

El monje estaba concentrado en lo que le decía el guardián. Cada vez era más preocupante:

-¿Y no te parece extraño? Todo el mundo sabe que eres el único que duerme aquí y que hasta el día siguiente ningún monje ni lego ni fiel viene al templo - Se levantó y fue hacia el balcón y miró hacia el monasterio-. Me pregunto qué hay tan importante para alguien que intenta primero dormir al único guardián nocturno pero no matarlo y luego lo envenenan. Tengo que analizar lo que te han dado: felizmente he podido rescatar un frasquito que llevaba uno de ellos.

Lasánides lo miró fijamente: casi parecía que había recobrado su vigor normal, aunque aún tenía la cara demasiado pálida:

-Dudo mucho que lo que quieran esté en mi departamento. Imagino que será algo que está en el templo o si no en el monasterio. Tenemos que ir a ver.

- Ah no, no, no, tú no. Tú tienes que descansar. Iré a ver qué ha pasado y me llevaré a uno de tus perros. El otro se quedará aquí haciendo guardia aunque imagino que lo que han venido a hacer ya estará hecho. 

Abrió la puerta y sacó a los dos perros de su encierro. Sólo entonces oyó la campana del reloj del antepatio del templo dar la hora: eran las 6 de la mañana. Tenía que darse prisa: los demás monjes se estarían levantando a esa hora y pronto bajarían a la sala de comedor para tomar un frugal desayuno. Para entonces, tenía que saber qué había pasado para informar al Abad. Dudaba que fuera a haber muchas buenas noticias.

--------------

The Recovery of Lassanides:

The warden had vomited repeatedly for more than two hours. His body had trembled with fever and his bald head was covered with a cold sweat. The monk looked at Lassanides with concern: he had put successive towels on his forehead dipped in fresh water to try to lower his fever, but, on the whole, his condition had not improved greatly.

Tha monk had tried to find out what the dwarfie creatures had given the warden, but there were at least two ingredients that were unknown to him: that meant that they had brought them from somewhere abroad because he was very familiar with the plants within the borders and they didn't look like any of them.

It was evident, Frey Kaistos thought while he touched his bushy beard, that something very serious had happened that night, and now, even the creature in the cellar was very nervous: he did not know what had happened, but it must have been really serious to put the only guard (however formidable) in that state. Few could detect that something had happened to Awlin, but the monk had noticed the creature since he arrived at the monastery 16 years ago and had finally detected his moods.

The monk recalled the time when he had just finished his studies, both formal and complementary, at the Great Monastery of Os: medicine was his forte, but during those years he had learned other things that had been of great help to him in the monastery and outside it, mainly those related to the mixture of plants and their effects on health. and others that bored him greatly, such as protocol and genealogy. However, he had soon realized that, even if they bored him, and because of his Order's position within the Empire, such knowledge was necessary to him.

His existence in the monastery had been pleasant: since he had been given the room in the tower for his experiments, he had spent much of his time there, and this had allowed him to avoid having problems with other brothers or monks, except for the occasional specimen who protested about strange matters and who usually, after a talk with the Abbot, had stopped talking about it. Some even avoided him in the corridors or in community prayer: instinctively he smiled thinking of the anecdote, now very old. He had realised that his studies had increased the esteem that both the Abbot and other Freys of the convent felt for him, mainly because if necessary, the more he knew, the more likely he would be able to cure them.

He pinched his arm and thought to himself that he was letting his thoughts wander a little too far, while Lassanides continued to be ill. The warden had now stopped shaking, but he still had a fever and, though not as much as before, he still complained of pain from time to time. 

It was just then that he felt a strange sensation on his shoulder. 

-"Awlin," he said, smiling, "I know you're here and you're nervous, but I don't know what caused it, as long as you don't tell me". 

Sometimes the creature expressed himself clearly, but at other times, when it was so nervous and frightened, it was impossible for him to make himself understood: it was as if he was actually a stutterer. It was necessary to let him calm down so that Awlin could express himself somehow.

"Well, Awlin, don't be nervous any more," he said, feeling the creature's fear. "First, I'm going to finish healing Lasanides, and then we'll see how you can tell me what happened". 

He took the towel off the guard's head again and checked that the temperature had indeed dropped, although it was not yet normal and that would not prevent it from rising later, if the discomfort returned. 

-"What happened to me?" Lassanides had a very weak voice. 

-"Don't worry, Lassanides, they gave you a poison and locked the dogs in that room".

The guardian went to sit up, but he was still very weak and the pain was too strong for him to do it. His head still ached as if it were going to explode, but at least he had regained consciousness. He instinctively put his hand on his stomach because it was still burning. 

-"But who has done this?

-"The culprits are hanging from the balcony, but I doubt very much that they are the only ones involved. I'm sure that there is someone else directing this play, who is the real responsible of everything that has happened tonight. These creatures -he said pointing to the balcony- are not intelligent enought to plan and then execute what has actually happened", the monk smiled. "Big guy, I don't know how those two dwarves could convince you to take that".

Aware that he was being teased, the guardian smiled faintly and scratched his bald head. 

-"The truth is that the last memory I have is that last night I had dinner but I don't even remember having dessert. I'm not aware of coming here after dinner". 

He closed his eyes and took a deep breath. 

-"I suppose they gave me some herbs to sleep on with the dinner I ate. But I don't understand how they brought me here or why they didn't kill me". 

-"I'm getting more and more worried about this. Are you telling me you've been unconscious since last night?".

Lasanides shrugged: 

-"Frey Kaistos, I can't remember anything. The last memory I have is sitting down to dinner in the worshipper's part of the dining room. Now that I think about it, I have a vague idea of having eaten some of that new sílkalus cake, you know, the sweet fruit that the new cook loves, so I imagine that I had already taken whatever they gave me to sleep". 

The monk was concentrating on what the guardian was telling him. It was becoming more and more worrisome:

-"And don't you think it's strange?" Everyone knows that you are the only one who sleeps here, and that until the next day no monk, layman, or worshipper comes to the temple. I wonder what's so important for someone to put the only night watchman to sleep only but not kill him and then poison him. I have to analyze what they have given you: fortunately I have been able to rescue a small bottle that one of them was carrying". 

Lassanides stared at him: it almost seemed as if he had regained his normal vigour, though his face was still too pale. 

-"I doubt very much that whatever they want is in my apartment. I imagine it will be something that is in the temple or, if it's not there, it should be in the monastery. We have to go and see".

- "Oh no, no, no, you don't. You have to rest. I'll go see what has happened and take one of your dogs. The other will stay here standing guard, though I imagine that they surely must have done what they intended to do by now". 

He opened the door and brought the two dogs out of their confinement. Only then did he hear the clock bell in the temple's forecourt strike the hour: it was 6 o'clock in the morning. He had to hurry: the other monks would be up at that hour and would soon be going down to the dining room for a frugal breakfast. By then, he had to know what had happened in order to report it to the Abbot. He doubted there would be much good news.


Chapter 5: The recovery of Lassanides por Mercedes

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Imagen de freepik: Frey Kaistos en su laboratorio.

Anteriores:

  1. Deslizándose por los sótanos.
  2. En el túnel de los dos ojos.
  3. La serpiente del corredor
  4. La pesadilla del guardián calvo.

2 comentarios:

  1. Me quedo pendiente de las pesquisas y el desarrollo de la historia, Mercedes.
    Un fuerte abrazo :-)

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    Respuestas
    1. OK, Miguelángel. Mucho ánimo, que vas por el 5 y he publicado hasta el 12... 🤪
      Abrazos. 🤗

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